El Zarco. Cap.9

05.02.2015 15:08
EL BÚHO
El Zarco se hallaba, pues, en la plenitud de su orgullo satisfecho. Había realizado
parte de sus aspiraciones. Era temido, se había vengado; sus numerosísimos robos le
habían producido un botín cuantioso; disponía a discreción del bolsillo de los hacendados.
Cuando necesitaba una fuerte cantidad de dinero, se apoderaba de un cargamento de azúcar
o de aguardiente o de un dependiente rico, y los ponía a rescate; cuando quería poner a
contribución a una hacienda, quemaba un campo de cañas, y cuando quería infundir pavor
a una población, asesinaba al primer vecino infeliz a quien encontraba en sus orillas.
Pero satisfecha su sed de sangre y de rapiña, sentía que aun le faltaba alguna cosa. Eran
los goces del amor, pero no esos goces venales que le habían ofrecido las
condescendencias pasajeras de las mujeres perdidas, sino los que podía prometerle la
pasión de una mujer hermosa, joven; de una clase social superior a la suya, y que lo amara
sin reserva y sin condición.
Manuela había sido para él una mujer imposible cuando medio oculto en la comitiva
servil del rico hacendado atravesaba los domingos las calles de Yautepec. 
 

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