LA ADELFA
Trata de que la joven perdió de vista a su amante, se apresuró a bajar del
cercado por la escalinata natural que formaban las raíces del zapote, y se encaminó
apresuradamente hacía un sitio de la huerta, en que un grupo de arbustos y de matorrales
formaban un especie de pequeño soto espeso y oscuro a orillas de un remanso que hacían
allí las aguas tranquilas del apantle. Luego sacó de entre las plantas una linterna sorda y se
dirigió enseguida, abriéndose paso por entre los arbustos, hasta el pie de una frondosa
adelfa que, cubierta de flores aromáticas y venenosas, dominaba por su tamaño las
pequeñas plantas del soto. Allí, en un montón de tierra cubierto de grama, la joven se
sentó, y alumbrándose con la linterna, abrió con manos trémulas y palpitando de
impaciencia las tres cajitas que acababa de regalarle el bandido.