El Zarco. Cap.5

20.01.2015 11:35
La cerca no era alta; estaba formada de grande piedras, entre las cuales habían
brotado centenares de trepadoras, de ortigas y de cactos de tallos verticales y esbeltos,
formando un muro espeso, cubierto con una cortina de verdura. Sobre esta cerca,
aprovechando uno de sus claros y bajo las sombrías ramas del zapote, cuyo tronco nudoso
presentaba una escalinata natural por dentro de la huerta, Manuelita se había improvisado
un asiento para hablar con el Zarco en sus frecuentes entrevistas nocturnas.
El bandido no se bajaba en ellas de su caballo. Desconfiado hasta el extremo, como todos
los hombres de su especie, prefería estar siempre listo para la fuga o para la pelea, aun
cuando hablaba con su amada a altas horas de la noche, en la soledad de aquella callejuela
desierta y cuando la población dormía sobresaltada sin atreverse nadie a asomar la cara
después de la queda.
Por lo demás, así, a caballo, estaba al alcance de la joven para hablarle y para abrazarla
con toda comodidad, pues la altura del cercado no sobrepasaba la cabeza de la silla del
caballo, y en cuanto a este animal, enseñado como todos los caballos de bandidos, sabía
estarse quieto cuando la voluntad del jinete lo exigía. Por otra parte, la cortina vegetal que
revestía el cercado de piedra, presentaba allí un ancho rasgón que permitía a los amantes
hablarse de cerca, enlazarse las manos y abandonarse a las intimidades de un amor
apasionado y violento.
 

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